Aquel cactus recordaba los desesperados gestos
de la escultura:
Laocoonte oprimido por las serpientes,
Ugolino y los hijos hambrientos.
Evocaba también el seco nordeste, palmeras,
pobres matorrales
Era enorme, aun para esa tierra de grandezas
excepcionales.
Un día, un huracán furibundo lo arrancó de cuajo.
El cactus cayó a lo ancho de la calle,
Rompió las cercas de las casas,
Impidió el tránsito de tranvías, automóviles, carros,
Arrancó los cables eléctricos y durante
veinticuatro horas privó a la ciudad de
iluminación y energía:
Era bello, áspero, intratable.
de la escultura:
Laocoonte oprimido por las serpientes,
Ugolino y los hijos hambrientos.
Evocaba también el seco nordeste, palmeras,
pobres matorrales
Era enorme, aun para esa tierra de grandezas
excepcionales.
Un día, un huracán furibundo lo arrancó de cuajo.
El cactus cayó a lo ancho de la calle,
Rompió las cercas de las casas,
Impidió el tránsito de tranvías, automóviles, carros,
Arrancó los cables eléctricos y durante
veinticuatro horas privó a la ciudad de
iluminación y energía:
Era bello, áspero, intratable.
Manuel Bandeira (Recife, 1886- Río de
Janeiro, 1968)
Trad. Santiago Kovadloff