lunes, 1 de julio de 2013

Navegando hacia Bizancio / William Butler Yeats



I

Éste no es un país para los viejos. Jóvenes

unos en brazos de otros, posados pájaros,

—esas generaciones por morir— en su canto:

y las cascadas del salmón, los poblados

mares de la caballa, pescados, carne o ave,

loan todo el verano el engendramiento,

lo que nace o que muere. Prisioneros

de esta música sensual y negligente,

los monumentos sin edad del intelecto.

II

Un viejo es un menospreciado, camisa

colgada de un palo, salvo que el alma

cante, marcando con las manos

el compás, más alto a medida

que sea más andrajoso su vestido mortal.

Y como no hay escuela de canto

que no estudie las glorias de su propia

magnificencia, navego el mar y vengo

hasta la ciudad santa de Bizancio.

III

Sabios de pie frente al fuego de Dios

como en los dorados mosaicos,

vengan desde el sagrado fuego, aleteen

en la espiral, y sean los maestros

cantores de mi alma. Consuman

todo mi corazón. Enfermo de deseos,

atado al animal que ha de morir,

no sabe lo que es; absórbanme

de la eternidad en el artificio.

IV

Ya fuera de lo físico, no tomaré

forma de cuerpo en nada de lo que hay,

salvo en la que el herrero griego

hace golpeando y esmaltando el oro,

para tener despierto al Emperador.

Salvo también que me ponga a cantar

en una rama de oro a los señores

y damas de Bizancio, del pasado,

de lo que pasa y de lo que vendrá.



William Butler Yeats (Dublín, 1865 - Roquebrune, 1939)

De “Poemas completos”. Alción Editora. Córdoba, 2011
Trad.Eduardo D’Anna. 







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